Rafa, el duelo y yo
Para mis amigos y para todo el que comparta este mismo duelo.
Escribo esto después de vivir los primeros días en un mundo que nunca va a ser igual. Después de haber pasado por todos los estados. Nunca en mi vida había vivido un duelo tan doloroso. Nunca había perdido a una persona tan amada y tan cercana. Nunca había sentido esta orfandad en donde no encuentro ni siquiera una palabra que pueda definir esta pérdida, porque de por sí nunca hubo palabra para definir quién fue Rafa Bassi para mí. No existe un término que compendie tantas virtudes.
Rafa fue mi familia; lo que nunca he tenido en tíos, abuelos, primos o cualquier otra de esas figuras lo tuve en él. El amor y el cuidado que me daba es algo que sólo me han dado mis padres o mi pareja. A la única persona a la que en mi vida he llamado “tía” fue a Rosa, su compañera y cómplice, que estuvo con él hasta el final.
Rafa fue mi profesor, fue mi maestro, mi mentor y yo soy y seguiré siendo su pupila. Dedicó incontables horas de su tiempo a formarme. Fue uno de los primeros con quien podía compartir y analizar plenamente el jazz. Me proporcionó todas las herramientas posibles para la investigación musical, todos los contactos, toda la bibliografía, todo tipo de material. Él me paseó por incontables contextos musicales y así se convirtió también en mi colega y en mi compañero de trabajo. Son muy pocos los proyectos en mi vida en los que él no haya estado presente de alguna manera. Éramos una dupla extraña, dueños de métodos y formas completamente opuestas, pero al final siempre lográbamos lo que nos proponíamos.
Pero sobre todas las cosas, Rafa fue mi amigo, uno de los más cercanos que he tenido. Y esa amistad muchas veces me salvó. Desde que era muy joven me ayudó a habitar una Barranquilla hostil, suavizándola a través de la música. Me demostró que no estaba sola y me presentó a gente como yo, muchos de quienes ahora son mis más queridos amigos, aquellos a los que hoy me aferro desesperada y les digo que los amo, que los voy a cuidar siempre y a quienes les ruego que no me dejen nunca. Aquellos a quienes más me he acercado ahora que somos huérfanos de lo mismo. Fue mi conexión y a la vez mi filtro con el universo musical de Barranquilla, muchas veces incluso protegiéndome de ciertos aspectos y personas mientras me impulsaba a abrirme un camino en este mundo, y a atreverme a conquistar espacios que no suelen ser ocupados ni por mujeres ni por personas de mi edad.
El dolor que siento es muy grande. Me siento débil y cansada y me la he pasado durmiendo demasiado. El shock de la noticia me produjo automáticamente la tercera crisis de hipoglucemia reactiva que he tenido en mi vida: algo que sólo se me dispara cuando vivo situaciones extremadamente duras. Durante toda la primera semana padecí una extraña sensación de vértigo, como si todo a mi alrededor se meciera y como si me pudiera caer en cualquier momento, como si no tuviera equilibrio pleno. Debe ser porque perdí uno de mis puntos de apoyo más importantes. Después de todo, el equilibrio está en el oído que él me ayudó a formar. El médico me ha dicho que es parte del duelo y me recomendó que escribiera. Escribir esto es el único rito de duelo que esta coyuntura me permite. En el mundo de antes este rito sería un funeral, un encuentro o un abrazo con los amigos. Cuando llamé a una amiga a preguntarle cómo estaba me contó de varios casos de varios otros amigos que también se enfermaron con la partida de Rafa, incluso hasta el punto de tener que haber sido hospitalizados.
Pero en medio de todo, el agradecimiento es más grande que cualquier sufrimiento. Me queda la tranquilidad total de que Rafa se fue estando orgulloso de mí, me lo alcanzó a decir la semana antes de su partida. Me tranquiliza saber que pudo verme aplicando aquello que me enseñó y que todo lo que invirtió en mí, dio fruto. Me acompañó en todo el proceso de investigación, creación y presentación del proyecto Cumbia and Jazz Fusion, en la elaboración y lanzamiento de mi libro -que pudo incluso presentar en Medellín- y logró verme ahora en esta nueva y emocionante etapa mía con el Festival Jazz al Parque, que fue su mayor orgullo. Estoy donde siempre quiso verme. No nos quedamos debiendo nada. Fueron años y años de querernos todos los días, planeando el próximo proyecto, el próximo festival, la siguiente investigación. Determinando qué memoria, qué personajes o qué música rescatábamos del olvido.
Agradezco especialmente que se fue sin pasar por una clínica, sin tener nada que ver con esta maldita contingencia, él como siempre por encima de las coyunturas difíciles y de las amarguras cotidianas. Agradezco que a diferencia de muchas personas hoy, Rafa no tuvo que lidiar con el infame sistema de salud. Se fue de la misma manera como vivió: tranquilo y sin molestar a nadie. Igual que cuando venía a visitarme y se quedaba en mi casa.
Puedo decir que en muchos sentidos la vida se acabó como la conocía. El mundo del que él gozaba ya no existe. Un mundo con distanciamiento social y sin conciertos, viajes ni festivales ya no es el mundo de Rafa Bassi. Pero es mucho más lo positivo en medio de esto. Y quedo con la sensación de haber hecho las cosas bien y de haberle cumplido, y esa sensación es más grande que cualquier sufrimiento.
Rafa me ayudó a forjar mi personalidad y mis vocaciones, a construir mi mundo propio. Ese mundo extraño que hoy habito y que me toca afrontar sin él, sin sus consejos y su acompañamiento. Sin ese “muy bien, mi niña” que necesitaba para reafirmarme y dar cada batalla. Y a pesar del dolor, estoy lista. Soy lo que soy gracias a él y, por eso, cada proyecto que a partir de ahora emprenda y cada paso que dé, será un homenaje en su memoria que vivirá a través de la aplicación cada una de sus enseñanzas.
Daniella Cura